Blogia

chan

Arañas saltarinas y rosas con veneno

Es domingo y son casi las 10:00 de la mañana. Debería seguir soñando entre sábanas, pero ha sido una mala notxe. Ayer el frío quiso dormirme demasiado tarde y hoy mi puta mala suerte ha querido despertarme demasiado pronto. El esqueleto de un sofá-cama clavándose en mi espalda, cotxes parados con el motor encendido, gente hablando a voces junto a mi ventana, puertas que se cierran de golpe, despertadores que no saben callar y un pollo en mi garganta jugando a intentar matarme. Medio bollo de txocolate no alcanza a llenar mi estómago y un cortacésped eléctrico se convierte en mi única compañía durante media mañana. al menos me ayuda a despejarme y ver como la hierba desaparece a mis pies me relaja. Pero todo eso termina demasiado pronto y llega el momento de comerse el tarro. La paranoia que anotxe invadía mi mente vuelve a aparecer con ganas de dar por el culo. Y pienso que sólo soy una copia de mutxos. No consigo pensar en nada que haya salido de mi cabeza sin haber entrado antes. Todo aquello que hago, digo, pienso, siento o descubro, ya lo han hetxo, ditxo, pensado, sentido o descubierto mutxos otros antes que yo. Desgraciadamente, la experiencia me ha enseñado que lo único que tengo propio, que no he copiado de nadie, son mis errores. Uno detrás de otro, compitiendo entre ellos por ser el peor y el que sea juzgado con más dureza por aquellas personas que me rodean y atraviesan mi piel con miradas asesinas sin saber que están haciendo daño a alguien que no conocen. Siempre he pensado que prefiero ser uno mismo antes que uno más, pero la idea de convertirme en una fábrica de errores me aterra. Uno no puede destacar por sus aspectos negativos. Para ser así es mejor encerrarse en casa y dejar que la soledad sea la única que sufra mis errores. Pero no puedo hacer eso, porque ayer me enteré de que alguien ya lo hizo...

¡Ay, ya cállate, cállate, cállate que me desesperas!

¡Ay, ya cállate, cállate, cállate que me desesperas!

Hola por tercera vez. Ayer, mientras esperaba tirado en mi sofá-cama a que me visitase el sueño, recordé como pasaba las tardes años atrás, viendo en la tele una serie que me encantaba y que mutxos conoceréis. Estaba ambientada en un pequeño patio de una comunidad de vecinos, y sus protagonistas eran unos cuantos adultos vestidos de críos. Exacto; hablo del Chavo del 8, y seguro que mutxos de vosotros también lo habréis visto alguna vez y seguís sin entender como pudieron retirar de antena semejante joya. Pero dentro del programa, había un personaje que me gustaba especialmente, y no era otro que Quico, ese larguirutxo vestido de marinero, con la cara hintxada y la voz de pito. Detrás de este txavalín se encontraba Carlos Villagrán Eslava, que con sus gestos y reacciones en cada capítulo, nos demostraba que se puede ser niño a cualquier edad. Bueno, poco más me queda por contar de él; únicamente que cuando se consigue hacer reír a los demás, también se és un héroe...

Y miro al suelo para no ver tus lágrimas

Éste es el segundo mensaje de mi web log, y no me encuentro muy animado para escribirlo. Es curioso, pero no podemos ni imaginarnos como nos afecta el dolor de los demás cuando les apreciamos demasiado. Es una reacción que en mí se da frecuentemente. No puedo ver llorar a la gente que quiero; no puedo ver la tristeza en los ojos de quien está a mi lado. A veces basta un beso, o un abrazo, o simplemente una caricia para arrancar una sonrisa a quien se siente deprimid@. Pero, ¿como conseguir que sonría quien no quiere? ¿Debo dejar de insistir y abandonar la búsqueda de la felicidad que han perdido otr@s? ¿No sería mejor despreocuparme y mirar hacia otro lado para no sentirme incómodo ante tu gesto de tristeza? La respuesta a todas estas preguntas, que me formulo a menudo, siempre es la misma. Si una persona a la que quiero no puede sonreir en algún momento, no dejaré de lutxar por que sea feliz y se sienta mejor, cueste lo que cueste. La verdad es que no sé por qué cuento aquí todas estas dudas fruto de una mente enferma, usando un tema exclusivamente para ello; pero necesito desahogarme a veces y dar un par de voces en mitad del silencio de este web log abandonado. Cuando se van las fuerzas y siento que me esfuerzo de forma inútil, es cuando me repito a mí mismo que no hay nada que pueda obtener sin esfuerzo, y que la adversidad y la fuerza para superarla están siempre directamente relacionadas. Así que si ocultas tu sonrisa a mi lado, descubrirás que estaré dispuesto a lo que haga falta para hacerte sonreir. Cueste lo que cueste...

Un, dos, tres. ¿Me se recibe?

Un, dos, tres. ¿Me se recibe?

Salud a todos los seres. Como no quiero enrollarme demasiado con mi primer mensaje, voy a ir directamente al grano inaugurando el tema "Hall of fame, galería de hombres ilustres". Aquí hablaré de aquellos personajes que marcaron mi vida. El primero de ellos que viene a mi mente es el increíble Michael Winslow, más conocido como Larvelle Jones. No os suena de nada, ¿verdad? Pero quizá recordeís mejor su habilidad para hacer cualquier clase de ruido en la película Loca Academia de Policía. es un honor poder iniciar el tema con alguien así; aún recuerdo su parafernalia de sonidos y como los colegas de clase y yo intentábamos imitarle al día siguiende de que emitiesen Loca Academia de Policía en Tve (lo cual ocurría bastante a menudo). Poco más queda por decir, si queréis saber más acera de este personaje, preguntad a vuestra memoria, que seguro que tiene mutxo que contaros...