Blogia
chan

Arañas saltarinas y rosas con veneno

Es domingo y son casi las 10:00 de la mañana. Debería seguir soñando entre sábanas, pero ha sido una mala notxe. Ayer el frío quiso dormirme demasiado tarde y hoy mi puta mala suerte ha querido despertarme demasiado pronto. El esqueleto de un sofá-cama clavándose en mi espalda, cotxes parados con el motor encendido, gente hablando a voces junto a mi ventana, puertas que se cierran de golpe, despertadores que no saben callar y un pollo en mi garganta jugando a intentar matarme. Medio bollo de txocolate no alcanza a llenar mi estómago y un cortacésped eléctrico se convierte en mi única compañía durante media mañana. al menos me ayuda a despejarme y ver como la hierba desaparece a mis pies me relaja. Pero todo eso termina demasiado pronto y llega el momento de comerse el tarro. La paranoia que anotxe invadía mi mente vuelve a aparecer con ganas de dar por el culo. Y pienso que sólo soy una copia de mutxos. No consigo pensar en nada que haya salido de mi cabeza sin haber entrado antes. Todo aquello que hago, digo, pienso, siento o descubro, ya lo han hetxo, ditxo, pensado, sentido o descubierto mutxos otros antes que yo. Desgraciadamente, la experiencia me ha enseñado que lo único que tengo propio, que no he copiado de nadie, son mis errores. Uno detrás de otro, compitiendo entre ellos por ser el peor y el que sea juzgado con más dureza por aquellas personas que me rodean y atraviesan mi piel con miradas asesinas sin saber que están haciendo daño a alguien que no conocen. Siempre he pensado que prefiero ser uno mismo antes que uno más, pero la idea de convertirme en una fábrica de errores me aterra. Uno no puede destacar por sus aspectos negativos. Para ser así es mejor encerrarse en casa y dejar que la soledad sea la única que sufra mis errores. Pero no puedo hacer eso, porque ayer me enteré de que alguien ya lo hizo...

0 comentarios